Las grandes ciudades siempre evolucionan y cabe decir que también involucionan. Barcelona es quizá la ciudad española más dinámica en cuanto al movimiento turístico y siempre hay novedades para explicar.
Dentro de la céntrica estación de Sants nos encontramos con lavabos públicos de pago, donde antes teníamos lavabos gratuitos. Son 50 céntimos y esperamos un nivel de limpieza superior a la situación anterior donde incluso los lavabos eran utilizados para encuentros sexuales fugaces, no es que ahora no lo puedan hacer, pero les costará 50 céntimos.
También nos ha llamado la atención que la sala VIP del aeropuerto ofrezca bocadillos sin el famoso icono catalán del pan con tomate. Resulta irónico ver cómo las autoridades turísticas catalanas han ido haciendo bandera por el mundo del famoso "pá amb tomaquet" y sin embargo, una puerta de salida donde gente con alto poder adquisitivo de todo el mundo no tengan ocasión de degustarlo.
Lo que no cambia es la falta de metro para llegar al aeropuerto y las desmesuradas tarifas de los taxistas así como los numerosos "atracos" a los turistas llevándolos por rutas más largas y sin ofrecer un servicio profesional.
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