jueves, 21 de agosto de 2008

RINCONES POLINÉSICOS

Samoa, en el medio del pacífico es el lugar donde el novelista Robert L. Stevenson escribió sus últimas obras, ya enfermo de tuberculosis. El novelista escocés llegó a Samoa por primera vez en diciembre de 1889, se enamoró de la isla y compró un terreno a precio de ganga cerca de Apia, en las laderas del monte Vaea. Tras viajar durante años por el Pacífico, volvió para construirse aquí su casa definitiva, Vaillima, en la que aún escribió sus últimas obras.

Hoy es la mejor casa de estilo colonial de la isla, convertida en residencia del primer ministro. Desde Vailima, un camino abierto en el bosque lleva hasta la cima del Vaea, dónde reposan sus restos y los de su esposa. Sus tumbas, pintadas de blanco, destacan en un claro desde el que se contempla el mar con la línea dibujada de los arrecifes. Es un lugar solitario, hermoso y conmovedor.

Pero Samoa puede ofrecer rincones llenos de verdaderas estampas paradisíacas.

Desde Upulu un ferry lleva a la isla Savai'i. Una carretera construida hace pocos años rodea completamente la isla, pero lo mejor es adentrarse a pie por caminos hacia el interior de la selva o por los inmensos campos de lava. A excepción de los pequeños pueblos de la costa este y sudoeste, la isla se mantiene en estado salvaje y natural, ocultando algunos de los lugares más fascinantes del Pacífico, como la pirámide de Pulemelei, el monumento megalítico más grande de la Polinesia, prácticamente cubierto por la vegetación.
Es en esta isla de Savai'i dónde encontramos en su estado más puro las tradiciones samoanas, como la del 'fale' o vivienda tradicional, sin paredes y con un techo hecho de hojas de palma que se apoya directamente sobre postes de madera. O como la costumbre de ir todos a la iglesia cada domingo, vestidos de blanco inmaculado para pasar luego el día en familia y descansando.

Hay otros muchos lugares paradisíacos: bosques cubiertos de musgo, abundantes lagos, cascadas, campos de lava y playas por las que apenas se asoman los turistas, como la de Saleapaga, frente al islote de Nu'utele, la de Mulivai o la bellísima playa de Fale.
Regreso al Paraíso, un lugar idílico de arena rodeada por un bosque de palmeras que se inclinan hacia el agua. Aquí fue dónde Gary Cooper rodó en 1951 la famosa película del mismo nombre. Un lugar de cine dónde la vida fluye entre la tranquilidad y el no hacer nada...
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